La primera noche en nuestro bungalow en medio de la selva ha sido muy tranquila. Hemos podido escuchar el ruido de muchas aves, monos, grillos y chicharras, pero en general hemos descansado bien. Por la noche refresca bastante, así que se puede dormir bien. A ratos se escuchaba el viento mover las hojas y parecía que estaba lloviendo a mares, pero era solo viento.
A las 9:00 vamos al lodge, donde nos tienen el desayuno preparado.
Desayuno
Vamos a comer de nuevo todos juntos al lodge. Nos tienen preparadas unas tortitas recién hechas y gran variedad de fruta ya cortada.
También tenemos cafés e infusiones.
Es un momento un poco extraño, porque hay algunas personas que ya se tienen que ir y otras que vienen nuevas. Es divertido, porque las personas que nos han «mentorizado» ya se van, y pasamos a ser nosotros los mentores de los nuevos.

El plan de la mañana es ir a la Reserva de Rescate Animal de Taricaya. La reserva está a un kilómetro del lodge, avanzando por un caminito, por el que conocemos nuevos tipos de plantas. Por el camino está lloviznando, pero con tantos árboles, casi que ni lo notamos.
Al llegar, lo primero que vemos es a un grupo de voluntarios controlando a las tortugas taricaya (que son las que le dan el nombre al centro), ya que crecen de sus huevos en playas artificiales, y luego las liberan.
Subimos a la torre de agua que tienen en el recinto, desde donde podremos observar algunas aves de la Selva Amazónica. El más destacado es el Relojero Amazónico, que anida en varios árboles del recinto, y hace un sonido parecido a cuando te llega una notificación al móvil.
Seguimos visitando la reserva, en la que vemos muchos animales recuperándose para ser puestos en libertad. Cada uno con su historia diferente.
Nos piden que no demos muestras de cariño a los animales, ya que eso podría ser muy perjudicial para ellos, al causarles dependencia al trato humano y no poder desarrollar su vida salvaje. Nos es difícil, ya que hay varios monos y loros que nos piden atención.
La visita es muy interesante y conmovedora. Nos alegramos por los animales que van a poder ser puestos en libertad, aunque hay algunos, que parece ser que ya no van a tener solución, y se van a tener que quedar en la reserva.
A mitad de la visita empieza a llover muchísimo. Nos esperamos debajo de un porche, pero no tiene intención de parar. No nos queda otra que abandonar la reserva y caminar el kilómetro de vuelta lloviendo a mares.
Llegamos al bungalow empapados, y no tenemos manera de secar la ropa, así que tendremos que cambiarnos. Descansamos un rato en el bungalow hasta la hora de comer.
Comida
Hoy para comer nos ofrecen un ají de champiñones. Es lo mismo que un ají de gallina, pero en vez de llevar pollo, lleva champiñones. Y la verdad es que está muy rico. Tanto, que hasta Lorena, que odia las setas, se los come.

Por la tarde toca ir al canopy walkway, que hay a un kilómetro del lodge. Consiste en subir a una torre, de la que sale un puente colgante que nos lleva a la copa de una ceiba, uno de los árboles más grandes que podemos encontrar en la selva.
El puente colgante da algo de miedo. El suelo es metálico y al haber llovido, es algo resbaladizo. Para evitar resbalarse hay algunos tablones a cada pocos centímetros, pero algunos de ellos están rotos. También, en algunas partes, la malla nos llega por la cintura, lo que no nos da mucha seguridad. Estamos caminando por encima de los árboles, a unos 43 metros de altura. Adrenalina pura. Uno de nuestros compañeros no se atreve a seguir subiendo y se da la vuelta.
Al llegar a la copa del árbol, ha valido mucho la pena hacer el camino. Desde allí se puede observar una gran extensión de la selva, y avistar muchos tipos de aves que no se ven desde el suelo. Las aves más espectaculares son los guacamayos, que van volando de árbol en árbol.
La bajada por el puente colgante es peor, ya que resbala mucho más y hay que ir clavando la punta de los pies en los tablones. Parece que en cualquier momento nos vayamos a caer.
Una vez abajo, empieza a anochecer, así que tenemos que volver con linternas.
Antes de la hora de cenar, nos espera una lancha, con la que nos van a llevar por el río a ver caimanes. Vemos caimanes de varias especies, pero todos son pequeñitos y no deberían ser peligrosos para los humanos. Algunos de ellos están más cerca del lodge de lo que nos pensábamos.
Cena
Hoy para cenar nos dan un plato de pollo saltado con patatas y arroz. Es como el típico lomo saltado, pero aquí la única carne que usan es pollo. Aún así, tiene un sabor buenísimo.
Después de cenar nos empieza a invadir la tristeza, porque mañana tenemos el vuelo de vuelta a las 17:20, pero a nuestra lancha le toca salir a las 7:30 de la mañana. Nos preocupa, ya que en Puerto Maldonado no hay mucho que hacer, para tantas horas.
Sin embargo, nuestro guía nos hace la oferta de quedarnos con nuestro grupo durante la mañana, que van a ir a visitar el Lago Sandoval, y luego al mediodía ya nos llevarían al aeropuerto. A cambio de pagar una diferencia, claro está. Pero nosotros ni nos lo pensamos, decimos que sí, que además el Lago Sandoval es una de las atracciones principales y nos lo íbamos a perder.
Después de cenar, volvemos a quedarnos en la salita de estar del lodge, con nuestros nuevos amigos, tomando unos pisco sours hasta las 22:00, que nos echan porque la batería del panel solar ya no da para más.
Igualmente, nos habríamos ido a dormir, ya que mañana hay que madrugar bastante para ir al Lago Sandoval.