Hoy nos despertamos tranquilamente en el hotel, sin madrugar, que ya íbamos en racha. Esta noche hemos echado mucho de menos el sonido de los pajaritos, pero hemos conseguido dormir muy bien.
Es nuestro último día en Lima, y en Perú, así que será un día más tranquilo para ver cosas que no hayamos podido ver, y esperar a la noche para coger nuestro vuelo de vuelta a casa, que por cierto, nos lo han retrasado 3 horas hasta las 22:25.
A las 9:30 bajamos a desayunar al buffet.
Desayuno
El desayuno en este hotel está más o menos a la altura de todos los que hemos visto hasta ahora. Es bastante básico, pero está bien.
Hacemos el checkout en el hotel, dejando allí las maletas.
Lo primero que hacemos es pedir un Uber para que nos lleve al centro histórico de Lima, ya que durante nuestros primeros días, debido a unas protestas, no pudimos verlo.
Hoy es un ambiente totalmente diferente, con mucho más turismo, y con todas las calles abiertas.
Lo primero que hacemos es visitar la Plaza de Armas, donde se está celebrando una boda y hay un grupo tocando música en directo en la plaza. También vemos por fuera la Catedral y la Casa de Aliaga.
Nos llama la atención entrar en la Casa de la Literatura Peruana, que contiene una pequeña biblioteca dentro con algunas zonas de estudio..
Y paseamos un poco por las calles del centro, como el Jirón de la Unión, que quizás es la calle peatonal más importante.
Es curioso ver la gran cantidad de tiendas de gafas y de productos de óptica en general que hay por la zona. Debe de ser muy barato y debe de atraer a muchos turistas.
En una de las tiendas, aprovechamos para comprar un Turrón de Doña Pepa para llevarlo como recuerdo.
También habíamos visto recomendado ir a Chinatown, el distrito chino de Lima, que está muy cerca del centro histórico. Según nos vamos acercando, las calles se convierten en un mercadillo enorme por el que cuesta muchísimo caminar. Y al llegar, vemos que tampoco era para tanto. En nuestro caso, no lo recomendamos, y nos lo saltaríamos.
Nos cuesta un buen rato volver donde estábamos, debido a la gran cantidad de gente que hay, y tampoco podemos pedir un Uber de vuelta, ya que todas las calles están cortadas por el mercadillo. Al llegar a una calle más tranquila, pedimos un Uber hacia Miraflores, que nos sale bastante caro (la otra vez también nos pasó), unos s/. 40, pero, a no ser que queramos volver en autobús, no tenemos otro remedio.
El taxi nos lleva directamente a un restaurante que habíamos reservado por la mañana, también de manera improvisada, al ver que tenía buenas opiniones.
Comida: Amankaya
Inicialmente nos cuesta encontrar este restaurante, ya que no está directamente en la calle, sino en una comunidad de vecinos.
Es nuestra última oportunidad para comer en Perú, así que tiraremos de los clásicos, para despedirnos y pediremos un arroz chaufa de pescado y un ceviche tradicional de lisa. También dos chichas moradas.
Otra vez hemos vuelto a acertar con la comida, todo estaba excelente.
Precio: s/. 147 (37€ aproximadamente)


Aprovechamos los últimos momentos antes de ir al aeropuerto. Damos un paseo más por el Parque Kennedy, que todavía no lo habíamos visto con el ambiente de un sábado por la tarde, y en este momento sí que vemos como la gente se agrupa en varios sitios para bailar.
También hacemos un último paseo por el malecón y por el Parque del Amor.
Volvemos al hotel y a las 18:30 nos recoge nuestro traslado hacia el aeropuerto. Para despedirnos bien, este viaje tenía que ser un poco más diferente y hacernos pasar un poquito de miedo. El taxista tiene la ruta hacia el aeropuerto puesta en el móvil, pero en todo momento ignora las indicaciones, metiéndose por calles pequeñas. Al principio, en Miraflores no es un problema, pero por Callao nos mete por algunas calles que no son muy atractivas, sobre todo por la noche. Lo hacía de buena fe, para evitar el tráfico que había en las calles principales, pero el sustito nos lo llevamos.
Llegamos al aeropuerto con mucho tiempo, y pasamos los controles de seguridad y de pasaportes, entrando por la terminal internacional.
Nos quedan s/. 7 en efectivo que no sabemos que hacer con ellos, y en el aeropuerto todo está muy caro. En una pequeña paradita, le preguntamos a la señora qué tiene por este precio, y nos da una bolsita de galletas y cuatro caramelos. Y ya está, todo el efectivo gastado.
El vuelo hacia Madrid es un poco movido y tenemos turbulencias en varias ocasiones. Como siempre, el vuelo de vuelta se hace largo, pero ya tenemos ganas de llegar a casa.
Al llegar a Madrid, nos damos cuenta de que Iberia no ha hecho bien las cosas, y nos ha cambiado el vuelo a Barcelona a las 18:00 (cierre de puertas a las 17:45), pero nuestro avión desde Lima aterriza a las 17:00. Es decir, tenemos 45 minutos para salir del avión (que encima estamos en la antepenúltima fila), recorrer toda la terminal T4S (porque el vuelo a Lima está en una punta), pasar el control de pasaportes, coger el tren entre la T4S y la T4, pasar de nuevo el control de seguridad e ir corriendo a nuestra puerta de embarque.
No sabemos cómo, pero lo conseguimos. Llegamos justo a la hora del cierre. Pero realmente no apetece correr por todo un aeropuerto después de un vuelo de 11 horas.
El vuelo hacia Barcelona es tranquilo y aterriza a su hora en la T1. De allí cogemos el bus L77 en dirección a Sant Boi, donde tenemos nuestro coche aparcado, y para casa.
Mañana tenemos todavía vacaciones, así que podremos descansar y recuperarnos del jetlag, e ir a buscar a nuestros animales, que están repartidos entre nuestros familiares. El resto del día será para asimilar que hemos tenido un viaje increïble que esperamos poder repetir en alguna ocasión.