Después de haber estado tres días visitando Osaka y el USJ, llega el momento de seguir hacia nuestro siguiente destino, Kyoto, donde pasaremos una noche de relax en un ryokan.
Antes de irnos, aprovecharemos el último desayuno en este hotel, que tal y como comentamos, es muy completo y vale mucho la pena.
Desayuno: Miyako City Osaka Hommachi
Desayuno muy extenso y variado. Como en la mayoría de hoteles, es un desayuno estilo buffet, que combina varios platos de comida japonesa con varios platos de comida continental.
Podríamos considerarlo como el hotel donde mejor desayunamos de todo el viaje.

Recogemos nuestras cosas y seguimos de mochileo rumbo a la estación de Shin Osaka. Vamos con mochila porque desde hace tres días no tenemos nuestras maletas, al haberlas enviado con Takkyubin, y nos esperarán en Kyoto, pasado mañana.
Al llegar a la estación, tomamos el primer shinkansen de la Tokaido Line hacia Kyoto. El viaje dura 16 minutos, y al ser un viaje tan corto consideramos que no es necesario reservar asiento, así que nos subimos en un vagón con los asientos sin reserva, y nos bajamos en la siguiente estación: Kyoto.
Hoy iba a ser un día muy relajado, pero al llegar a Kyoto, nos damos cuenta de que no podremos entrar en el ryokan hasta la tarde, así que decidimos pasar algunas de las actividades de mañana para hoy. Dejamos nuestras mochilas en un coin locker de la estación (que se pueden pagar tanto con monedas como con la Suica/ICOCA), y decidimos a donde podemos ir.
En Kyoto hay varias líneas de metro, pero no es que conecten muy bien con las zonas más turísticas de la ciudad, así que la mayor recomendación es moverse en bus. Inicialmente pensamos en ir a la zona más turística de Kiyomizu-dera, pero al ver la cola que hay en el bus que nos tiene que llevar allí, decidimos pensar otro destino. Total, ya iremos otro día, y desde el hotel, que no habrá tanta cola.
Finalmente, nuestro destino es el castillo de Nijo, que conlleva un rato verlo y está apartado de los demás monumentos.
Durante el camino en bus, vamos contemplando cómo de diferente es Kyoto con respecto a las otras ciudades que hemos visitado hasta ahora. Las calles de Kyoto son estrechas, con edificios bajos y repletas de casas de estilo tradicional japonés.
El bus nos deja en la entrada del castillo. La entrada al recinto junto con la entrada al Palacio de Ninomaru vale 1300 yenes.
El Castillo de Nijo se construyó el año 1603 y es uno de los mejores ejemplos de la arquitectura feudal japonesa de la época Edo. El recinto incluye murallas, fosos, jardines y varios edificios, entre ellos el Palacio de Ninomaru, famoso por sus puertas correderas pintadas y las decoraciones lujosas de su interior.
Lo primero que hacemos es entrar en el palacio, donde se hospedaba el shogun cuando visitaba Kyoto, siguiendo una ruta que te permite ver todas las habitaciones, cada una con sus singulares paneles pintados. Hacer fotos dentro del palacio está prohibido, ya que a largo plazo podría dañar las pinturas.
Salimos del palacio y damos una vuelta por los jardines, hasta llegar a la base de la torre principal que había. Esta torre ya no existe porque se trasladó al Castillo de Yodo en 1626, y aún así, un rayo la destruyó en 1750. Después de eso nunca se volvió a reconstruir, pero todavía queda la base, a la que se puede subir por unas escaleras para poder admirar todo el recinto desde allí.

Al salir, son las 14:00 y empieza a apretar el hambre. No es que haya muchos restaurantes por la zona, y la mayoría, por la hora que es, no aceptan clientes. Tirando de Google Maps, aproximadamente a 1km hay un pequeño restaurante local con muy buena puntuación, así que vamos allí a probar suerte.
Cuando llegamos, el restaurante es una casa, con la puerta cerrada. Nos da un poco de reparo entrar, ya que la calle está desierta y no da la sensación de que allí nos vayan a dar de comer, pero no tenemos muchas más alternativas, así que abrimos la puerta y preguntamos.
Una mujer aparece e insiste que entremos, así que nos pasa a una pequeña sala donde, al parecer, somos los únicos clientes. La verdad es que se trata de un restaurante totalmente familiar, en el que vamos a comer increíblemente bien.
Comida: Ebiya
Restaurante familiar. Allí nos atiende muy amablemente una mujer junto a otra mujer anciana, que entendemos que es su madre. Tiene pinta de que vamos a comer bien.
Nos recomiendan que nos pidamos una sopa de noodles udon con huevo, junto con una bandeja de sushi, y eso es lo que pedimos. Le añadimos una cerveza
No podemos decir nada malo de este sitio, todo está muy rico.
Precio: 2000 yenes (aproximadamente 12€)



Después de comer, ya se acerca la hora del check-in en nuestro ryokan.
Volvemos en autobús hasta la estación de Kyoto a recoger nuestras mochilas en el coin locker, y cogemos otro bus de vuelta hacia Ryokan Tori, una casa familiar que se aleja de la zona céntrica.
Los ryokan son alojamientos japoneses para visitantes, muy tradicionales. Básicamente, suele ser una familia japonesa que adapta las habitaciones de su casa para que te puedas quedar a dormir. Así, tienes la oportunidad de vivir como viviría una familia de japón, en una casa con suelos de tatami y puertas correderas, y durmiendo en un futón en el suelo.
Al llegar, nos recibe muy amablemente un matrimonio, que nos permite entrar en su casa, pidiéndonos que nos quitemos los zapatos. La casa es muy tradicional y muy pequeñita. No debe de tener más de 4 habitaciones. Subiendo unas escaleras, llegamos a nuestra habitación, que a primera vista nos encanta. Se trata de una habitación muy sencillita con suelo de tatami y una ventana que da hacia un patio interior con un árbol. En el centro de la habitación hay una mesita con dos vasitos de matcha preparados.
Nos indican que nos relajemos, que mientras tanto nos prepararán un baño.
En este momento nos dan dos yukatas (una especie de kimono ligero que se usa en verano), y nos explican cómo nos los tenemos que poner. Nos acomodamos y pasamos un rato súper tranquilo tomando el matcha.



Al pasar un rato, nos avisan de que el baño está preparado y que ya podemos bajar.
Entramos en una pequeña salita de madera, en la que hay dos duchas japonesas y una bañera de piedra. Va a ser un buen rato de relax bien merecido después de tanto caminar y cargar la mochila.
Después de volvernos a vestir, nos espera la mujer del ryokan, preparada para hacernos una ceremonia del te, un ritual que forma parte de la cultura japonesa que consiste en preparar siguiendo una especie de coreografía. Se busca promover valores como la harmonía, el respeto, la pureza y la tranquilidad creando una experiencia estética y espiritual entre el anfitrión y los huéspedes. Al ser algo tan espiritual, nos piden que no lo grabemos, y está totalmente justificado, ya que es un momento de relajación en el que conviene apartar los móviles.

Se va acercando la hora de cenar y estamos en una zona residencial lejos de cualquier lugar turístico, así que no tenemos ningún restaurante apuntado. Le preguntamos a la mujer del ryokan, a ver si nos puede recomendar algo, y nos da una recomendación de un restaurante, un poquito alejado del sitio, pero que va a valer la pena.
Por las cercanías, hay una zona residencial muy tradicional que no tiene nada que envidiarle al conocido barrio de Gion. Mucho mejor, de hecho, porque en todo el camino no nos cruzamos con ningún otro extranjero. De hecho, nos indican una calle exacta en la que se pueden ver geishas, pero no tenemos esa suerte.
Cena: Sampo no Gyoza
Restaurante muy tradicional en una zona residencial (nada turística) de Kyoto. El dueño del local no habla inglés, pero se hace entender muy amablemente. Para seguir la dinámica, somos los únicos extranjeros del restaurante. Hay otras dos mesas con gente joven local, que mientras cenan, miran la tele del local participando en un concurso (que parece ser de preguntas) que están dando. Debe de ser algo como cuando nosotros vemos la Ruleta de la Suerte mientras comemos.
Para comer nos pedimos para compartir unas gyozas (400 yenes), un ramen (730 yenes) y nos dejamos recomendar por algo que definían como «plato de pollo con salsa espesa» (700 yenes). La verdad es que la cantidad fue más que suficiente, y todo estaba buenísimo. Además, nos sentimos como unos locales más.
Precio total: 1830 yenes (11€ aproximadamente)


Al salir nos damos una vueltecita más por la zona y vemos desde fuera el templo Kitano Temmangu.
Volvemos de camino al ryokan, y al llegar a la habitación, nos encontramos que nos han apartado la mesita y nos han colocado unos futones en el suelo para poder dormir.
Inicialmente, se hace algo raro dormir en un futón, pero esa noche, descansamos un montón.