Rumbo al aeropuerto

Es 22 de septiembre de 2024, un día clave en nuestra vida. Estamos recién casados y nos disponemos a disfrutar de nuestra luna de miel en Japón.

Con todas nuestras mascotas bien cuidadas, las maletas hechas, y con todo preparado, nos dirigimos al aeropuerto.

En otros viajes hubiésemos aparcado nuestro coche en uno de los parkings low cost exteriores al aeropuerto, desde los que te llevan al mismo en furgoneta, pero al ser un viaje tan largo, preferimos pedir a nuestras familias que nos acerquen.

Así, llegamos a las 18:30 al aeropuerto. Nuestro vuelo es a las 21:00 y todavía es temprano, pero no nos queremos arriesgar a que algo nos estropee el viaje.

Solamente llegar, nos acercamos al mostrador de Emirates, en el que el amable señor que nos atiende, nos asegura que envidia nuestro viaje y nos desea que nos lo pasemos muy bien. Con las maletas ya en la cinta, pasamos al control de seguridad, donde a mí (Carles), como de costumbre, me hacen el control aleatorio de drogas.

Seguidamente, pasamos el control de pasaporte para salir de la UE. Al ser finales de septiembre, hay muy poca gente en el aeropuerto, por lo que pasamos súper rápido ambos controles y nos toca esperar varias horas a que salga nuestro vuelo, pero bueno, por lo menos ya estamos en la terminal que toca.

Vuelo a Dubai

Subimos a nuestro primer avión. Nos impresiona ver que es un Airbus A380, posiblemente el avión más grande con el que hayamos viajado hasta ahora. El avión es de dos pisos y tiene 10 asientos por fila, con dos pasillos.

El avión tiene lo típico que tiene cualquier vuelo largo: pantalla con tus series y películas (que nos sorprendió que la mayoría estuvieran en español de España), videojuegos, una mantita, un cojín… Y, por supuesto, mucha comida durante el vuelo. Llega un momento que no podemos aceptar más comida, porque realmente, no nos cabe más.

El vuelo tiene una duración de 6 horas y 30 minutos.

Al aterrizar en el aeropuerto de Dubai, son las 5:30 de la madrugada y todavía está oscuro. Nos alucina lo enorme que es el aeropuerto, visto desde el avión, y la cantidad de aviones como el nuestro que hay aparcados.

También, durante las maniobras de aterrizaje, podemos ver muy de fondo el edificio más alto del mundo, el Burj Khalifa. Se ve lejísimos, por lo que Dubai debe de ser una ciudad muy grande.

Aeropuerto de Dubai

Cuando bajamos del avión, solamente quedan 2 horas para que salga nuestro siguiente vuelo hacia Tokyo Haneda.

Según vimos en varias guías, es factible hacer una visita exprés a Dubai si tu escala dura más de 4 horas, pero no fue nuestro caso, así que no salimos del aeropuerto.

El intercambio dentro de la terminal fue súper rápido, pasando un control de seguridad donde la cola era nula, pese la cantidad de gente que conecta en este aeropuerto.

Nos sorprendió la terminal para bien y para mal. Para bien, porque era un edificio recto, enorme, en el que había grandes cantidades de tiendas y restaurantes, de modo que se nos podía pasar el tiempo de la escala estando entretenidos; para mal, porque pese a estar en Dubai, no era una terminal diseñada para ver el exterior, así que nos quedamos con las ganas de poder ver algún edificio famoso desde dentro del aeropuerto. La terminal, también, destaca por la gran cantidad de gente que alberga, y los buggies que se te cruzan por todos lados sin ningún temor a atropellarte.

Una vez anunciado nuestro vuelo, nos disponemos a hacer cola para entrar en el avión. Después de embarcar 5 o 6 grupos prioritarios y business, nos toca a la plebe (o sea, nosotros), así que somos de los últimos en entrar en el avión.

Vuelo a Tokyo

No nos lo creemos, por fin estamos en el avión que nos va a llevar a Japón. Estamos súper ilusionados e impacientes por salir, pero no todo son buenas noticias.

Al llegar a la pista de despegue, el avión se detiene. Pasan los minutos, y nadie sabe lo que está pasando… ¿estará el avión esperando órdenes para salir?

Pasada una media hora, nos informan que una pasajera ha anunciado que se encuentra mal y que debe abandonar el avión. Parece muy fácil, pero es un marrón importante.

Ya de día, y con un calor horrible en el avión (no me quiero imaginar en la pista), el piloto nos anuncia que volvemos a la dársena a desembarcar a esa pasajera. Es impresionante como es la cultura japonesa, ya que a ninguno de los pasajeros se le ocurrió quejarse en ningún momento.

Una vez el avión estaciona, podemos ver por las ventanillas y por las cámaras cómo descargan TODAS las maletas del avión a la pista para buscar la de la pasajera y entregársela. También vemos, al cabo del rato, cómo la pasajera y sus familiares abandonan el avión.

Pero aquí no acaba todo. Por tal de garantizar la seguridad del resto de pasajeros, se tienen que analizar todas las maletas de cabina, una a una, preguntando a quién pertenecen, hasta asegurarse que la pasajera no ha dejado ninguna sorpresa.

Entre todo, llevamos unas 3 horas dentro del avión, que se sumarán a las 10 horas de vuelo que nos quedan hasta Haneda.

Ah, en este caso ya no estamos en un A380. Nos ha tocado un Boeing 777 que es mucho más pequeño, y el espacio entre asientos, mucho más estrecho.

Para mí, personalmente, este vuelo fue muy aburrido. En cualquier momento que miraras por la ventana, solo veías desierto y más desierto, con alguna carretera, de vez en cuando. Con lo que a mí me gusta mirar e intentar adivinar cuál es cada ciudad que se ve.

Llegada a Tokyo

Nuestra llegada a Haneda estaba prevista para las 22:35, pero con el retraso en Dubai llegamos cerca de medianoche.

Mientras nos toca el turno para abandonar el avión, aprovechamos para cambiar la tarjeta SIM del móvil. Previamente al viaje, encontramos como mejor opción usar la SIM de 31 días ilimitada de Japan Experience, que nos costó 37€. Al principio, no conseguimos que funcionara, no daba señal. Luego, vimos que en pequeñito había unas instrucciones en las que había que configurar manualmente un APN en el móvil, y se nos especificaban todos los datos. Por suerte, nos sobró tiempo para hacerlo, y la SIM ya funcionó.

Salimos del avión y vamos al control de pasaportes.

Para entrar en el país necesitas rellenar dos formularios (el de entrada y el de aduanas). Se puede hacer online y te dan un QR para presentarlo más rápidamente, pero en nuestro caso pecamos de confiados, leyendo en algunas guías que estos formularios te los entregaban en el avión en papel y los podías ir rellenando. No fue así, tuvimos que coger los papeles en la misma terminal y rellenarlos, lo que nos hizo perder un poco más de tiempo.

Antes de viajar, teníamos previsto salir del aeropuerto bastante tarde, y como el metro de Tokyo ya no funciona a esa hora, nos aseguramos reservando un traslado privado a nuestro hotel. Se hizo muy tarde, pero nuestro conductor estuvo esperando sin rechistar.

También, teníamos previsto sacar la Suica en la oficina del aeropuerto, pero debido a la hora, decidimos arriesgarnos a hacerlo al día síguiente.

Pero, ¡qué narices! Estábamos en Japón y no nos lo creíamos. Es una sensación muy difícil de explicar, pero allí estábamos.

Llegada al Hotel

A las 2:00 de la madrugada llegamos, por fin, a nuestro primer hotel: Sotetsu Fresa Inn – Kanda Otemachi. El hotel está justo entre Kanda y Otemachi. Kanda es una zona de ocio (un pequeño Akihabara), y Otemachi es uno de los distritos financieros de Tokyo.

Justo al lado del hotel se encuentra la estación de Kanda, por donde pasan varias líneas de JR (incluída la Yamanote Line), y el metro de Tokyo. Además, también elegimos este hotel, porque tenían servicio de Takkyubin para trasladar nuestro equipaje, dentro de unos días.

Estamos seguros de que mañana va a ser un día interesante, pero ahora estamos cansadísimos y necesitamos dormir.

En el hotel, cómo es típico en Japón, nos indican que podemos hacer check-in usando la máquina de la recepción, pero inmediatamente, al ver que no tenemos cara de japoneses, lo hacen por nosotros y nos sacan de la máquina 12 tickets correspondientes a las 6 noches y los 6 desayunos, que tendremos que presentar cada día. El procedimiento es algo extraño, pero según vas visitando hoteles, te vas acostumbrando.

Al subir a la habitación, nos damos cuenta de que era muy cierto lo que nos decían que las habitaciones en los hoteles de Japón son muy pequeñas y que apenas caben las maletas. Después de flipar unos minutos con la bañera y el váter, nos vamos a dormir, que es muy tarde y mañana hay muchas cosas por ver.